
¿Sabías que la independencia de Colombia comenzó por un mal cálculo político? Los que lideraron el proceso, grandes hombres y políticos inexpertos, empezaron una revuelta que terminó en revolución. Empezaron con un florero y ganaron simpatías con un grito, pero no para pedir independencia.
En esa época, finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, los españoles gobernaban estas tierras. Cometían injusticias. También, había una élite social y económica, que no se igualaba con los de la península ni tampoco con los indígenas ni con los negros. Era una clase especial. Los criollos tenían dinero, habían estudiado en Francia, conocían España y se sabían de memoria el proceso de independencia de los Estados Unidos de América y la Declaración de los Derechos Humanos, eran ilustres.
Y había un buen ambiente para el germen de la revolución.
Sin embargo, faltaba un poderoso ingrediente: la invasión de Napoleón a España. Sucedió en 1808 y debilitó el poder de Fernando VII en su reino y en las colonias. El rey abdicó y fue puesto preso.
Para resistir el impacto, se organizaron juntas locales como una forma de mantener el orden en las provincias, resistir a Napoleón y defender la monarquía. En la Nueva Granada, la idea fue bien recibida, había que defender al rey.
Sin embargo, la elección de la junta fue el problema: muchos locales querían participar en ella y los cupos fueron insuficientes. Los españoles lograron 36 representantes y los criollos solo nueve.
En Santafé, algunos políticos no resistieron perder. Entre ellos los hermanos Morales. Argumentaban que era injusto, que se requería ampliar la representación de los criollos, que era necesario un poco de más autonomía. Querían un puesto en la junta.
También otros criollos con mayores ideales se molestaron. Esperaban un mejor modelo político. Se reunían, discutían, soñaban, se escondían. Por esos días un patriota, Camilo Torres, firmó el “Memorial de Agravios”, planteando la igualdad de derechos políticos para españoles y criollos y proponiendo una junta más autónoma, porque según ellos, España recibía los beneficios de América, pero no escuchaba sus necesidades.
Los ánimos se fueron calentando. Los criollos sabían que la llegada del encomendado don Antonio Villavicencio era clave: él era el responsable de instaurar la nueva Junta Local en la Nueva Granada. El virrey Amar y Borbón seguían aferrado a su trono, sin entender los cambios en la península y sin buscar una buena salida a la crisis en Santafé. Intentó resolver el asunto como era su costumbre: planeó la detención de los revoltosos.
Los criollos estaban bien informados. Resolvieron seguir las reuniones en sitios más seguros, fuera de sospecha, como el Observatorio Astronómico que dirigía el sabio Francisco José de Caldas. Allí urdieron el plan del florero.
La conspiración
Llorente, que en realidad se llamaba José González Llorente, era un comerciante español, un chapetón. Tenía un almacén muy bien ubicado. En una esquina de la plaza mayor, desde donde veía lo que pasaba en los palacios, la catedral y la cárcel. Era un tipo curioso. De un lado era un buen vecino, filántropo y cristiano (sostenía a las once hermanas solteronas de su esposa, daba ayuda a los más necesitados). Del otro, tenía un genio explosivo. Era reconocido por sus convicciones religiosas y monárquicas.
Los criollos eligieron como víctima a Llorente. Por la ubicación de su almacén todos verían el problema; por su mal genio se avivarían los ánimos y sus frecuentes insultos contra los americanos harían la situación muy creíble.
Los hermanos Morales fueron los encargados de comenzar la gresca. EL 20 de julio de 1810, al medio día, fueron al almacén de Llorente con la excusa de estar buscando un lindo florero para decorar el banquete donde se haría la recepción al encomendado don Antonio Villavicencio. Los Morales le señalaron un florero, no se sabe bien si fue un florero, una bandeja o un frutero, y Llorente, tranquilo respondió que no, pues el objeto estaba en mal estado. Los hermanos siguieron pidiendo el florero prestado y el comerciante siguió explicando que no era una buena idea. El plan no iba como lo habían calculado. El hombre no se excedía en malos tratos. Fue necesario que siguieran la segunda parte del plan: Francisco José de Caldas pasaría por el almacén y saludaría a Llorente.
Los Morales aprovecharían para armar barullo. Insultar a Llorente, calumniarlo y despertar su ira. A esa hora, la plaza mayor estaba llena. Y el alboroto tomó forma. Los gritos en contra de los españoles, del mal gobierno, de la discriminación, fueron agrupando al pueblo, que se identificó rápidamente con las quejas en contra de los españoles.
Ese fue el grito que comenzó el proceso de independencia.
Los Morales aprovecharon la revuelta y pidieron Cabildo Abierto, una reunión del pueblo para hablar ordenadamente de las ideas. Horas después, los criollos al mando de José María Carbonell firmaron un acta en la que se nombró a los miembros de la Junta Suprema, se reconocía la autoridad de Fernando VII y del Virrey Antonio Amar y Borbón, y, al mismo tiempo, se declaraba la necesidad de un Congreso y una Constitución para establecer un nuevo orden político en la Nueva Granada.
El acta no pedía independencia. Los criollos querían Estados Federados, querían más autonomía. Solo eso.
Los efectos
Pero el proceso político había comenzado. Los criollos no se dieron cuenta sino muchos días después. El Virrey y su esposa, temerosos de correr igual suerte que otros monarcas, huyeron pocos días después. Antonio Nariño intentó organizar el Congreso. Pocos asistieron y sin embargo, firmaron un acta que removía la autoridad de la Junta Suprema por la del Congreso. El conflicto estalló. Y la guerra también.
El rey Fernando VII recuperó el trono y quiso recuperar sus colonias. Organizó un ejército poderoso, el mismo que había combatido a Napoleón y lo envío a la Nueva Granada. Hombres rudos, con gusto por las batallas.
Los patriotas también se organizaron. Un ejército conformado por campesinos sin armas. Un plan, el de Bolívar, para liberar el territorio, en una ruta desde Caracas hasta Quito, sede del gobierno español.
La gesta libertadora terminó el 7 de agosto de 1819 en la famosa batalla del Puente de Boyacá.
Esos años, de 1810 a 1816 o 19 según quien cuente la historia, se conocen como la Patria Boba, un calificativo dicho por Santander para referirse a las disputas políticas entre quienes defendían el Modelo Federal y quienes preferían la República. Sin embargo hoy, los historiadores coinciden en que lo que ocurrió en ese período es de notable importancia política: se trataba de comenzar de cero un modelo político, de instaurar derechos civiles y de asumir la responsabilidad de la independencia de España.
Aunque también, en esos años murieron fusilados muchos patriotas, reconocidos hoy como héroes, heroínas y padres de la patria. Francisco José de Caldas, Camilo Torres, Salvador Rizo, José María Carbonell, Jorge Tadeo Lozano, Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos….